
Toda realidad social puede ser vista o analizada desde diversas perspectivas. Puede decirse también que disponemos de lentes diferentes con los que puede verse esa realidad.
En la escuela me enseñaron a ver la realidad, el todo social funcionando armoniosamente. Todo tenía sentido. Ya en el colegio me indujeron a pensar que la realidad era otra.
Lo que aparentaba ser armonioso no era más que una patraña de la clase dominante. En la universidad y en la vida, viví el conflicto entre ser y no ser. Era yo mismo o era el que la sociedad quería que fuese.
Creo, hasta ahora, que la sociedad no solo se refiere a un conjunto de individuos unidos circunstancialmente para lograr un objetivo que les es común. En el concepto sociedad se halla implícito un conjunto de normas y valores que si no determinan, por lo menos condicionan muchos de los aspectos de lo que el hombre es o cree ser.
Nuestras alegrías y tristezas familiares, por ejemplo, están condicionadas por la sociedad y sus valores. Tener una hija hermosa y de cuerpo escultural y poder exhibir sus atributos físicos públicamente es motivo de satisfacción y orgullo de los padres. Hacen cuarenta años eso era casi una herejía.
Hoy, si mi hijo quiere estudiar flauta dulce y trompeta renunciando a su matrícula en la UPSA para estudiar ingeniería, me provoca una profunda frustración. En una época donde el arte y la cultura tenían valor, mis sentimientos serían diferentes.
Nuestro paladar, las cosas que nos gustan o que rechazamos, nuestros motivos de placer, de pena y tristeza, de alegría y satisfacción están condicionados por la sociedad.
Todo este panorama sombrío nos hace ver que somos prisioneros de la sociedad, la que ha inventado mecanismos para que no nos atrevamos a pensar ni actuar de manera diferente a lo prescrito por ella. Si la ley y los organismos policiales y represores no funcionan, tiene todavía el recurso de la burla, el desprecio y es ostracismo. De una o de otra manera somos “encaminados” al igual que lo es una manada. Casi todos nuestros actos son predecibles. Funcionamos, casi, tal y como lo espera la sociedad. Casi sin escapatoria.
Cuando las cosas nos la presentan de esta manera, nos resistimos a aceptarlo. Por último es mejor no pensar. Para qué, no tiene sentido. Qué puedo hacer yo. Estoy solo yo y mi consciencia.
Pero, si bien las cosas parecen ocurrir como lo he descrito, puedo afirmar con certeza que eso es verdad, casi en toda su magnitud.
El casi a que me refiero es el pequeño margen que la sociedad no ha podido controlar. Ese casi es el que me permite ser quien soy. Me permite recuperarme en mi propia individualidad y consciencia, para verme tal cual soy y asumir mi rol histórico que posibilite mi trascendencia, dejando las huellas que mi tránsito por los caminos de mi propia libertad me han permitido.
Para usar una expresión sartriana, soy un prisionero de “mala fe”. Porque somos prisioneros de la sociedad pero con nuestro propio consentimiento. Aceptamos esa realidad, pasivamente.
Si nos atrevemos a pensar, veremos que la sociedad nos condiciona, es cierto, pero también es cierto que nos deja el suficiente margen para ser nosotros mismos y en ese espacio, por pequeño que sea, esta nuestra chance de ser lo que somos o lo que queramos ser.
Publicado en la sección OPINION (A-24) el 12-10-99
Acerca del autor

Orlando Parada Vaca, PhD
Doctor en Derecho por la Universidad de Valencia. Master en Derecho Civil y Procesal Civil. Periodista.
Es autor de numerosos libros y artículos científicos.
Profesor de Universidad Autónoma Gabriel René Moreno.
¿Te ha sido útil esta información?
Deja tu comentario.
Comentarios
Por ejemplo cuando muere un pariente la gente se siente obligada a ir la entierro porque así lo manda la sociedad, Pero como si jamas fue a verlo en vida
Yo me considero ese "CASI" trato de no seguir las absurdas reglas de la "sociedad".
Suscripción de noticias RSS para comentarios de esta entrada.