Como se desprende del art. 125 CC, existen dos reglas para la medición de las distancias que, además, coincide con la distinción a la que antes aludíamos entre las vistas directas y las oblicuas.

1. En el caso de las primeras, se miden desde la línea exterior de la pared donde se encuentran o de los voladizos;
2. En las segundas, desde la línea de separación entre los dos fundos hasta el lado más próximo a la abertura.

De lo anterior se desprenden una serie de consideraciones.

1. Vistas directas.

En primer lugar, como se observa, el legislador no ha incluido, en el caso de las vistas rectas, el punto desde el que hay que finalizarla. No obstante, parece claro que el mismo se identifica con la linde de la finca contigua (como se desprende del art. 124 CC).

En segundo lugar, como apuntan algunos autores, si se trata de ventanas no ha de computarse desde el alfeizar, pues no permite mirar desde más cerca, sino que su finalidad es puramente ornamental.

En tercer lugar, cuando nos encontremos ante un ángulo agudo (entre la línea de la pared donde se sitúan los huecos y la línea divisoria del fundo contiguo), la medida se ha de tomar desde el punto más cercano entre ambas.

2. Vistas oblicuas.

La línea divisoria se identifica con la que separa, imaginariamente, las fincas contiguas. En los supuestos en los que la pared en la que estén las vistas no forme ángulo recto, hay voces que consideran que la distancia ha de medirse a lo largo de dicha pared, con independencia de que la distancia en línea recta de las mismas con la vertical sea inferior. Esto último equivale, pues, a computar la citada distancia por la hipotenusa del triángulo y no por uno de sus lados.

No obstante, es posible que un mismo hueco posibilite distintas vistas (rectas u oblicuas) sobre un mismo fundo o sobre fundos distintos. En este contexto, pues, tendrá que calcularse en relación con cada una de las vistas.